ATRACONES: Cuando el control no es la solución
Una mirada reflexiva, personal y clínica sobre este fenómeno.
Crecimos en la Cultura del Control
Crecí en los años 90, una época marcada por una cultura que giraba en torno al control del cuerpo y de la nutrición. Desde muy temprano, gran parte de los mensajes que circulaban en consultas de salud, en espacios deportivos e incluso en los medios, transmitían una misma idea: que la restricción era sinónimo de salud y que el valor personal podía medirse a través del autocontrol sobre la comida.
Esa narrativa constante moldeó la forma en que muchas personas aprendimos a relacionarnos con la alimentación y con nuestro físico. Se instaló una lógica en la que “comer de más” equivalía a fallar, y en la que la respuesta habitual era compensar, controlar aún más e intentar borrar cualquier exceso.
Crecimos con la idea de que excederse en la nutrición equivalía a una falta personal, casi un error moral, que debía enmendarse con castigos: restringir calorías, hacer ejercicio extra o aplicar cualquier medida compensatoria. En ese contexto, el atracón se instaló como un enemigo interno que debía ser silenciado, como si hubiera que borrar la escena del crimen en lugar de intentar comprenderlo. Lo cierto, es que esta visión no solo resulta ineficaz, sino que muchas veces alimenta el mismo ciclo que busca detener.
La Paradoja de la Restricción
En realidad, el atracón no se combate con castigo, porque no es un problema de voluntad ni de fuerza, sino una experiencia humana compleja, muchas veces nacida, precisamente de toda esa cultura de control y culpa que nos rodeó —y aún nos rodea—.
Paradójicamente, esa mirada castigadora no hacía que el atracón desapareciera, sino que lo intensificaba. Cada intento de restricción severa reforzaba el ciclo de desconexión con el cuerpo, aumentando la sensación de fracaso, de pérdida de control y vergüenza.
Fue recién durante mi formación en la especialidad de Psiquiatría adultos (precisamente tras haber pasado por la práctica en la Unidad de Adicciones) cuando comprendí con claridad, que el enfoque que habíamos aprendido no solo era insuficiente, sino profundamente dañino. El atracón no se resuelve con más control, ni remite con fuerza de voluntad. Al contrario, muchas veces nace precisamente de esos intentos fallidos de controlar la ingesta.
Definiendo el Atracón (Una Perspectiva Clínica)
Según el psiquiatra Cristopher Fairburn, autor del manual Terapia Cognitivo-Conductual y Trastornos de la Conducta Alimentaria, un atracón se define como un episodio de alimentación en el que se consume, dadas las circunstancias, una cantidad objetivamente grande de comida, acompañado de una sensación de pérdida de control sobre lo que se está comiendo.
En algunos casos, la cantidad de alimentos ingeridos no es objetivamente grande, lo que se denomina “atracón subjetivo”. Sin embargo, tanto en los atracones subjetivos como en los objetivos, la experiencia alimentaria puede ser angustiante e incapacitante para quien la vive, lo que lleva a muchas personas a buscar ayuda.
El atracón no es una vivencia que ocurre al azar, sino que cumple funciones específicas que —de forma momentánea— ayudan a aliviar o manejar estados emocionales internos difíciles. No obstante, este mecanismo de afrontamiento, aunque ofrece un alivio sintomático, termina reforzando el ciclo que sostiene la conducta y, con el tiempo, hace que la persona se sienta cada vez más atrapada en él.
El Enfoque Integral: ¿Qué Función Cumple en Ti?
No existen explicaciones únicas ni universales que den cuenta del fenómeno del atracón. Sin embargo, en redes sociales suelen aparecer narrativas simplificadas que intentan atribuirlo a una sola causa, desestimando su complejidad. Este tipo de mensajes, que no corresponden a afirmaciones clínicas ni están respaldadas por evidencia, pueden generar un efecto nocivo en las personas.
Al revisar la literatura publicada sobre este fenómeno, algunos estudios resultan especialmente interesantes —por ejemplo, aquellos que exploran su posible asociación con procesos disociativos vinculados a experiencias traumáticas—. Considero que esta perspectiva, aunque aporta elementos valiosos, no es suficiente por si sola para explicar la complejidad del síntoma. En consecuencia, para mí, la naturaleza del atracón es multifactorial y su función varía en cada persona. Detrás de esta experiencia pueden coexistir factores: genéticos, temperamentales, emocionales, sociales y muchos otros.
Para poder intervenir de manera efectiva, es necesario descubrir qué función cumple en cada caso. Por eso, en vez de juzgar y poner causas, es necesaria una evaluación psiquiátrica y psicológica minuciosa con una formulación individual, donde parte del trabajo consiste en ayudar a la persona a reconocer la función del atracón. Solo así podremos comprender la función y proponer estrategias alternativas y más adaptativas para responder a esa necesidad.
Tomando todo esto en cuenta, el proceso terapéutico no consiste simplemente en prohibir, castigar y/o juzgar la ingesta compulsiva; sino en comprender qué función cumple ese impulso y en crear nuevas formas, más saludables, de responder a esa necesidad emocional, porque después de todo, reconocer y comprender el atracón no es perder el control sino recuperar libertad.
📚 Bibliografía:
- Fairburn, C.G. (2008). Cognitibe Behavior Therapy and Eating Disorder. New York: Guilford Press
- Fairburn, C.G. (2013). Overcoming Binge Eating (2da edición). New York: Guilford Press.
- Mason, T.B. et al (2017). Confortably Numb: The role of Momentary Dissociation in the experience of negative affect around binge eating. Journal of Nervous and Mental Disease
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